Todo comienza días después del sorprendente hallazgo de la primera civilización madre, la Atlántida.Nuestros protagonistas, Thomas McGrady Natalie Duthij, guiados por los Itnicos,la sociedad guardiana del gran secreto,deberán regresar a la Atlántida para encontrar la última pieza del puzle que los creadores de aquella civilización ocultaron en el tiempo.Pero este viaje no lo harán solos. Un pintoresco personaje les acompañará durante el trayecto hacia su destino y les narrará en primera persona una historia llena de aventura y de amor.Recorrerán lugares tan misteriosos y fascinantes como Stonehenge y las líneas de Nazca, donde sin querer y sin poder evitarlo,te verás inmerso en la búsqueda de la respuestas de los enigmas que se les plantea.Esta novela revela una sorprendente historia de la humanidad así como las conexiones entre las grandes y enigmáticas civilizaciones del pasado con la Atlántida.

domingo, 26 de junio de 2011

Primer capítulo de la Llave de la Atlántida.

La Tierra
Tras la extinción de los seres vivos. En la actualidad.

La Tierra ya no era un lugar lleno de vida, se había convertido en un espejismo de lo que fue. Los cielos no eran surcados por bandadas de pájaros, los ríos y mares estaban vacíos, y los grandes bosques y selvas se hallaban en completo silencio. El aire estaba corrompido por los millones de cadáveres que se descomponían por doquier y las ciudades ya no tenían aquellas luminosas luces que alumbraban los escaparates, ni aquellos chorros de agua que salían de sus magníficas fuentes, donde los niños aprovechaban para jugar y refrescarse. Sus calles, antes repletas de gente pululando por las mismas como si de hormigas se tratasen, estaban vacías, muertas, sin ningún tipo de ruido que perturbara la tranquilidad y el sosiego en el que se hallaban.
Tan solo un vehículo circulando por una de esas silenciosas calles quebraba aquella calma. En el interior del vehículo se encontraba Thomas, que abrazaba a Natalie fuertemente, mientras pensaba en el mal que habían causado, pues habían sido, por desgracia o por fortuna, los portadores de la muerte y el exterminio. De repente, y perturbando aquel momento de tristeza, Ryan, que así es como se llamaba el hombre de los ojos azules y que parecía ser el cabecilla de los ítnicos, se dirigió a ellos:
—No merece la pena que sigáis compadeciéndoos.
Al escuchar aquellas palabras tan despreocupadas por lo sucedido, Thomas apretó contra su pecho a Natalie, que lloraba desconsolada, y le contestó:
—¿Cómo puedes decir semejante atrocidad? ¿No ves lo que hemos hecho? Somos los culpables de la muerte de todo ser viviente en la faz de la Tierra.
—Eso es cierto —afirmó fríamente con semblante serio y asintiendo con la cabeza—. Pero lo hecho, hecho está, y ya nada se puede hacer para solucionarlo.
—¿Pero qué pasará ahora? No queda nadie, solamente nosotros. Toda nuestra raza ha desaparecido, la hemos extinguido para siempre —dijo Natalie con el rostro lleno de lágrimas.
—Bueno…, eso no es del todo cierto —contestó Ryan.
—¿Cómo que no es del todo cierto? —preguntaron al unísono Thomas y Natalie.
—Ya os dije que cuando llegáramos a la Atlántida os lo explicaría todo.
—No nos puedes dejar con esta incertidumbre. Contesta, por favor —le suplicó Natalie mientras le cogía de las manos.
Durante un instante Ryan quedó pensativo, dudaba si era el momento oportuno para explicarles con más detalle lo sucedido, pero tras ver el estado en el que se encontraban accedió a la súplica de Natalie.
—Está bien, es un poco complicado, pero os lo intentaré explicar a grandes rasgos. Como os dije anteriormente, lo que habéis hecho es lo mismo que nuestros antepasados hicieron cuando llegaron a este planeta: acabar con todo ser vivo que habita en él. Pero esta arma es de doble filo, pues a la vez que extermina la vida, la siembra de vida nueva.
—¿Qué? ¿Siembra? —preguntó Thomas.
—Cuando digo sembrar me refiero a que gracias a lo evolucionados que estaban nuestros antepasados, tanto tecnológica como científicamente, pudieron añadir al rayo secuencias de ADN de todos los seres vivos que habitaban en su planeta y, cómo no, de ellos mismos.
—No me lo puedo creer —dijo Thomas boquiabierto.
—Sé que resulta algo complicado y extraño de entender, pero es así como volvió la vida a este planeta y como volverá a surgir ahora.
Natalie escuchaba las palabras de Ryan y, a pesar de todas las aventuras que habían vivido y todo lo que habían descubierto, le sonaban a ciencia ficción. Entonces, le dijo indignada:
—Me niego a creer que todo ser viviente que había en la Tierra, incluyéndonos a nosotros, fuéramos un simple experimento de vuestros antepasados. Nosotros venimos de la evolución de millones y millones de años, no de una simple probeta de laboratorio.
—Puedes pensar lo que quieras, pero toda vuestra raza, y vuestro planeta en definitiva, es el producto de un experimento de colonización que…
En ese mismo instante, e interrumpiendo la conversación que mantenían Ryan, Natalie y Thomas, el conductor dijo:
—Señor, hemos llegado.
—¿Ya hemos llegado? ¿Pero dónde? —preguntó Thomas mientras intentaba ver tras los cristales tintados el lugar.
—Ahora lo veréis —les dijo Ryan con una sonrisa dibujada en sus labios.

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